domingo, 27 de noviembre de 2016

TU MUERTE, MI NACIMIENTO (historia de mi hijo Xabier)

Simplemente me llamo Natalia y simplemente, soy la mujer-mamá de una estrellita que pasó fugaz pero dejó una estela eterna y amorosa.
Sí, me llamo Natalia, aunque ya lo he dicho, pero mi nombre ahora tiene más sentido que nunca; en realidad, todo tiene ahora un sentido diferente, todo se hace palpar diferente, todo está teñido de un  verde intenso donde mi estrellita nos guía.

Mi estrellita es un nombre que le doy a mi hijo Xabier, que nació enfermo con una cardiopatía incompatible con la vida y que vivió en el hospital durante 47 maravillosos días, hasta que decidió irse, tranquilo y sereno.
Tengo la sensación de que estos temas siguen siendo tabú en nuestra sociedad y he podido comprobar en primera persona que a veces, el silencio duele tanto que te ahoga;  que a veces, el miedo a hacer daño, hace más daño aún, y que arrinconar los dolores no los hace desaparecer sino que les da más fuerza y más rabia. Por este motivo, me he decidido a sacar de dentro de mí mi vivencia y mi rabia, y si puede ser, una guía de amor y luz para todo el que lo lea. Está pensado para que otros padres que sufran la pérdida de un bebé puedan sentir empatía, y así, serenidad cuando lean emociones y silencios que compartimos; sin embargo, está pensado también para todos aquellos que acompañan y rodean a padres que han pasado por una vivencia similar, para que aprendan a dar a luz a todos los miedos y tabúes que siguen dirigiendo muestras vidas.




18 de junio 2015. Noticias.
18 de Junio y mucho calor… La noticia de que  nuestro pequeño tenía “algo” en el corazón llegó cuatro días antes de que naciera. La noticia fue desoladora; sin embargo, nos dijeron que sería una pequeña intervención y que no nos preocupáramos porque era algo que hacían con relativa frecuencia. Llorar, argumentar, animarnos, sentir miedo, meditar, ser positivos… tres días intentando asimilar una noticia que resultaba incomprensible tras un embarazo maravilloso y sin síntomas. Pero el miedo siempre estaba presente, dentro de mí, detrás del velo de ánimo que habíamos construido. 18 de junio… me levanto de la cama y siento que algo no marcha bien. Xabier apenas se mueve y siento miedo. Llamo a mi pareja y nos vamos al hospital. Allí, tras revisarme, me dijeron que no había apenas líquido amniótico y que había que inducir.
Sentí que el aire se escapaba de mí… que me estaban engañando, estafando… me sentí helada, sin nadie a quien agarrarme, me dejaron sola, en paños menores y con una sensación de impotencia aterradora. No me quedaba otra que dejarme hacer… Yo había planeado las cosas de otra manera: quería un parto respetado, donde pudiera ir decidiendo que hacer con mi cuerpo y donde pudiera experimentar mis límites. Sin embargo, el destino me tenía preparado otro plan, y no pude esquivarlo. Me dejé hacer…

19 de junio 2015. Tu llegada.
Pasé un día y medio con medicación y sin moverme, un día y medio en el que la ilusión todavía permanecía en mí. Quise vivir todo intensamente, aunque fuera de esa manera, decidí dejarme llevar por la vida, y aceptar que de momento, mi parto sería diferente a lo esperado. Pero enseguida, la vida me mostró una vez más, su lado más violento. De repente, una ginecóloga se presentó ante mí, fría, inmóvil, con un gesto seco y helador, y me dijo: “Vamos a hacer la prueba del PH al bebé porque parece que hay sufrimiento fetal y si es así, tendremos que hacer cesárea”. “Muy bien” –dije yo, manteniendo el tipo, escondiendo una rabia inmensa que salía de mí como un huracán.
Me llevaron a una sala, blanca y fría, como si fuera de nieve. Pinchan la cabecita de mi príncipe para hacer la prueba y a partir de ahí, se desembocó un chorro de deshumanización y desolación que si alguna enfermera lee esto por casualidad, deseo que por favor, hagan una reflexión de cómo actúan en muchos casos, aunque sean emergencias, siempre hay un pequeño espacio para el calor humano.
Pues bien, como mi pequeño estaba sufriendo dentro de mí, ¡cesárea urgente!.  La sala se llenó de gente desconocida, todos me tocaban, me ataban las manos, me daban medicinas en la boca y yo… temblando, temblando y temblando. Algunas enfermeras me decían que me relajara. ¡Cómo voy a relajarme con semejante papeleta! De verdad, a veces, hablar es tan fácil, es como si fueran robots programados para decir cosas que casi siempre, pierden su sentido. Si alguien me hubiera cogido la mano y me hubiera hablado suavecito al oído…

Pero no hubo un momento de calor humano… estuve abandonada y desorientada, y esa es mi verdad. Me metieron a quirófano y yo seguía temblando. En ese momento no sabía si era yo el bebé que necesitaba brazos y besos y caricias… Perdí la conexión con Xabier porque mi dolor era tan grande que me olvidé… Tenía tanto dolor al operarme que después de gritar y gritar, me durmieron entera. De repente, una paz me invadió… una paz de mentiras, una paz momentánea, pero una paz, al fin. Despierto luego de un maravilloso sueño, y todo ha pasado. Ya no tengo tripa, muchos médicos a mi alrededor, y ¿mi hijo? ¿dónde está mi hijo? Ya no está… Casi sin hablar, me sacan de la habitación para llevarme a otra, más pequeña, más oscura, a despertarme. Por el camino, oigo un lloro. Giro la cabeza y veo a lo lejos, en una cunita de cristal, a mi bebé. Sé que es mi bebé porque mi pareja está con él. Quiero parar la camilla, estiro los brazos y mi cuerpo y lloro su nombre, pero los robots siguen su camino y me quitan del medio. Yo me duermo, o me muero, no sé, a veces, no existe diferencia.

Despierto después con una caricia de mi pareja. Por fin, una caricia muy sanadora, muy agradecida!  Me cuenta que Xabier se ha puesto malito y que está en neonatos. No me acuerdo de qué sensaciones tuve porque la anestesia me anuló como persona y como madre. Me durmió no sólo físicamente, sino que durmió mi loba salvaje y me dejó sumisa y temblando. Por fin, me subieron a planta, a una habitación individual (algo de agradecer en esa situación). Toda la noche estuve intentando levantarme para subir a ver a mi pequeño, pero estaba mareada y apenas podía moverme, así que conocí a mi pequeño a través de una foto que mi pareja le hizo con el móvil. Por supuesto, tampoco había planeado conocer a mi hijo a través de una foto, pero dadas las circunstancias, para mí fue un momento precioso e inolvidable. ¡Qué precioso bebé! Me costó hacerme a la idea que era mi bebé pero bastante dolor tenía encima como para preocuparme ahora de si conectaba o no con él. Decidí apechugar con lo que me había tocado y decidí conectarme con mi bebé en aquel mismo momento. Aunque no pude tener el parto que anhelaba, Xabier salió de dentro de mí y punto!

CUANDO MORIR ES MÁS BONITO QUE NACER...

Soy una mamá que perdió a su bebé hace año y medio, tras 47 días de lucha por vivir... o quizá podría decir mejor, que soy mamá de un bebé que decidió darnos los 47 días más intensos y maravillosos de nuestras vidas! Esta segunda parte me hace sentirme mejor, más parte de este universo que de repente, te pone patas arriba y te deja indefensa, sin sentido... para ver cuál es el siguiente paso...

 Tengo ganas de verbalizar parte de lo que he vivido en este tiempo y de poder ayudar a otras mamás y papás que pasan por lo mismo... 

Cuando morir es más bonito que nacer, es el título de un texto que escribí a mi pequeño y a mí misma, cuando empecé a soltar mis emociones y miedos... cuando me metí de lleno en el duelo y me enfrenté con mis sombras... para por fin, poder hoy en día, vislumbrar una nueva luz.

 " Cuando morir es más bonito que nacer, se para el mundo. Cuando la muerte se te planta delante, sin previo aviso y te sacude por dentro, se para el mundo. Se para mi mundo, mi mente, mi corazón. Cuando te fuiste, mi pequeño, pude ser mamá, abrazarte, besarte, sacar todo ese sentimiento que a borbotones, aparece al dar a luz. Y que yo no pude hacer al nacer, pero sí al morir... por eso es que tu muerte fue tu nacimiento. Cuando morir te da vuelta a todo y te obliga a amar en el silencio, en lo invisible, en la nada. Porque en realidad, no hay nada, no hay bebé, no hay llantos, no hay risas... no hay nada. Pero dentro de tí, sin que nadie lo sepa o lo vea, lo hay todo. Cuando morir te pone del revés, y entonces la vida se contradice, porque tú quieres parar, estar quieta, mecerte en tus recuerdos, besar ese rostro invisible que sólo tu corazón conoce... pero fuera, la vida sigue su curso, como si tal cosa... y tú, indignada con la vida! Párate! -gritas- pero nadie para, todo sigue... Cuando morir te hace nacer de nuevo, cuando morir es más bonito que nacer, cuando morir te enseña tanto... es cuando empiezas a ver la luz de nuevo"