sábado, 1 de abril de 2017

HIJO MÍO...

Hijo mío!

Se me llena la boca y el corazón cuando pronuncio estas palabras... Qué difícil es sentirte madre cuando tu hijo no está físicamente, cuando sólo puedes abrazar recuerdos y sólo amar en el silencio, en lo más hondo de tu alma. A veces, te preguntas si la locura se parece a ésto, si ser loca es querer abrazar un ser que no está pero que tú sientes a cada momento, que palpita contigo...aunque el tiempo pase, aunque el dolor se calme, aunque ya nadie lo recuerde...


Se me llena la boca, hijo mío, cuando tu nombre resuena en mis adentros y de repente, una fuerza increíble me sube desde mi útero hasta mi boca y suelto un "Te quiero, cariño". 

Se me llena la boca, y los ojos, y las manos, y la barriga que tanto tiempo te sostuvo... 

Cuando decidiste marcharte, papá y yo te acompañamos... y aunque el desgarro fue inmediato, hubo también una unión infinita e invisible que nos dio la vida. La vida y la muerte, la muerte y la vida... Para nosotros tres, se hizo un misterio... apenas la vida había comenzado acontece la muerte, y apenas la muerte había llegado... y acontece la vida: la nueva vida sin tí... Un triángulo amoroso donde vida y muerte son la misma cosa. 

Y en realidad, ¿acaso la muerte no trae un nuevo camino por delante? La muerte te vence, te deja derrotada, hundida, sin futuro... la muerte llega y tu muerte llega con ella, tu muerte a lo que hasta entonces conocías... muerte al día a día, muerte a lo cotidiano, a los planes, a las quejas, al trabajo... de repente, sólo existes tú y tu muerte. Nada importa, en realidad, nada existe. Sólo tú. Y en esa soledad o te vuelves loca o renaces ¡Yo elijo renacer!

Y este renacimiento se lo debo a mi pequeño. Cuando te pude conocer, hijo mío, morí de amor! El miedo estaba allí, presente, el miedo a que murieras y sin embargo, prevaleció el amor, la dulzura, la ilusión, el quererte hasta el alma...Fueron días de mucho amor, de aprender a ser madre a distancia, de intentar conectar con tu hijo, cuando se te ha privado ese momento tan especial del nacimiento... de mirarle y pensar que aunque no haya contacto físico, hay un contacto invisible que nos ata y nos une para siempre... y ese hilo invisible permanece hoy...

Aprendí a aprovechar todo el tiempo presente, sin mirar más allá, solo disfrutar los momentos junto a él, aprendí a esperar el momento en que podía abrir los ojos y encontrarnos y sentir que eramos algo más puro y más grande...

Aprendí también que los médicos no son dioses, aprendía a controlar mi ira, ¿por qué la vida me arrebataba algo tan hermoso? aprendí a ver sufrir a mi niño y poder acompañarlo con amor, compasión y ternura infinitas.

 Aprendí que la vida te pone patas arriba y te hace fuerte, casi inhumana... aprendí a dejarme ir, a llorar y reir delante del mundo, a ser vulnerable... mi hijo me permitió ser vulnerable y hoy en día, sigo siendo vulnerable. Me siento blandita, llena de amor, con ganas de abrazar, de ver bebés, de llorar y reir al verlos, de bendecir a todas las mamás, porque si algo aprendí mas que nada fue a querer ser mamá, querer oir llorar y reir, querer sentirme abrumada, enojada, hormonada... quiero sentir todo eso, quiero ser mamá de nuevo con toda mi alma y con toda mi conciencia. A esto me enseñó Xabier. Gracias, mi gordito por ser mi hijo y haberme elegido. Nos une todavía ese hilo invisible que creamos para poder amarmos. Te quiero mi estrellita. Os bendigo a todas, mamás. Un abrazo lleno de energía y vida!

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